sábado, mayo 26, 2007
Para el Grupo de Autoayuda de los Hombres que Sólo Pueden Comer Cebolla/Ajo Cuando No Van a Ver a Sus Novias
Para que vean que a) no están sólos; b) que el club existe desde el principio de los tiempos; c) que no les va tan mal; y d) que nuestra petición es completamente razonable (porque es una regla de oro que existe desde que los humanos se civilizaron)
Y sí, está largo, pero en mi locura, estoy segura de que los hombres que han pasado por esto tendrán curiosidad de leer de alguien en su situación, y las mujeres que hayan alguna vez hecho respetar esta regla también querrán leer por qué tienen razón.
[Nomás los pongo en contexto: estamos en una fiesta de bodas descrita en las Mil y Una Noches. Empiezo por la descripción del festín porque estos cuates siempre comen delicioso. De hecho éste es bastante x en el contexto de todos. El narrador es el novio]
Y durante este tiempo se puso la mesa para mí y mis convidados, y se trajeron platos exquisitos, y entre otras cosas, en medio de pollos asados, pasteles de todas clases, rellenos deliciosos y dulces perfumados con almizcle y agua de rosas, había un plato de rozbaja capaz de volver loco al espíritu más equilibrado.
Y yo, ¡Por Alá!, en cuanto me senté a la mesa, no pude menos de precipitarme sobre este plato de rozbaja y hartarme de él. Después me sequé las manos.
Y así estuve tranquilo hasta la noche. Pero se encendieron las antorchas y llegaron las cantoras y las tañedoras de instrumentos. En cuanto al palacio, estaba lleno completamente por una muchedumbre de convidados. Y yo, cuando hubo terminado la ceremonia, entré en el aposento reservado, y me trajeron a la novia, procediendo su servidumbre a despojarla de todos los vestidos, retirándose después.
Cuando la vi toda desnuda y estuvimos solos en nuestro lecho, la cogí entre mis brazos; y tal era mi ventura, que me parecía mentira el poseerla. Pero en este momento notó el olor de mi mano, con la cual había comido la rozbaja, y apenas lo notó lanzó un agudo chillido.
Inmediatamente acudieron por todas partes las damas de palacio, mientras que yo, trémulo de emoción, no me daba cuenta de la causa de todo aquello. Y le dijeron: "'¡Oh hermana nuestra! ¿Qué te ocurre?" Y ella contestó: "¡Por Alá sobre vosotras! ¡Libradme de este estúpido, al cual creí hombre de buenas maneras!" Y yo le pregunté: "¿Y por qué me juzgas estúpido o loco?" Y ella dijo: "¡Insensato! ¡Ya no te quiero, por tu poco juicio y tu mala acción!" Y cogió un látigo que estaba cerca de ella, y me azotó con tan fuertes golpes, que perdí el conocimiento. Entonces ella se detuvo, y dijo a las doncellas: "Cogedlo y llevádselo al gobernador de la ciudad, para que le corten la mano con que comió los ajos." Pero ya había yo recobrado el conocimiento, y al oir aquellas palabras, exclamé: "¡No hay poder y fuerza más que Alá Todopoderoso! ¿Pero por haber comido ajos me han de cortar una mano? ¿Quién ha visto nunca semejante cosa?" Entonces las doncellas empezaron a interceder a mi favor, y le dijeron: "¡Oh hermana, no le castigues esta vez! ¡Concédenos la gracia de perdonarle!" Entonces ella dijo: "Os concedo lo que pedís; no le cortarán la mano, pero de todos modos algo he de cortarle de sus extremidades." Después se fue y me dejó solo.
En cuanto a mí, estuve diez días completamente solo y sin verla. Pero pasados los diez días, vino a buscarme y me dijo: "¡Oh tú, el de la cara ennegrecida! ¿Tan poca cosa soy para tí, que comiste ajo la noche de la boda? Después llamó a sus siervas y les dijo: "¡Atadle los brazos y las piernas!" Y entonces me ataron los brazos y las piernas, y ella cogió una cuchilla de afeitar bien afilada y me cortó los dos pulgares de las manos y los dedos gordos de ambos pies. Y por eso, ¡oh todos vosotros!, me veis sin pulgares en las manos y en los pies.
En cuanto a mí, caí desmayado. Entonces ella echó en mis heridas polvos de una raíz aromática, y así restañó la sange. Y yo dije, primero entre mí y luego en alta voz: "¡No volveré a comer rozbaja sin lavarme después las manos cuarenta veces con potasa, cuarenta con sosa y cuarenta con jabón!" Y al oírme, me hizo jurar que cumpliría esta promesa, y que no comería rozbaja sin cumplir con exactitud lo que acababa de decir.
Para que vean que a) no están sólos; b) que el club existe desde el principio de los tiempos; c) que no les va tan mal; y d) que nuestra petición es completamente razonable (porque es una regla de oro que existe desde que los humanos se civilizaron)
Y sí, está largo, pero en mi locura, estoy segura de que los hombres que han pasado por esto tendrán curiosidad de leer de alguien en su situación, y las mujeres que hayan alguna vez hecho respetar esta regla también querrán leer por qué tienen razón.
[Nomás los pongo en contexto: estamos en una fiesta de bodas descrita en las Mil y Una Noches. Empiezo por la descripción del festín porque estos cuates siempre comen delicioso. De hecho éste es bastante x en el contexto de todos. El narrador es el novio]
Y durante este tiempo se puso la mesa para mí y mis convidados, y se trajeron platos exquisitos, y entre otras cosas, en medio de pollos asados, pasteles de todas clases, rellenos deliciosos y dulces perfumados con almizcle y agua de rosas, había un plato de rozbaja capaz de volver loco al espíritu más equilibrado.
Y yo, ¡Por Alá!, en cuanto me senté a la mesa, no pude menos de precipitarme sobre este plato de rozbaja y hartarme de él. Después me sequé las manos.
Y así estuve tranquilo hasta la noche. Pero se encendieron las antorchas y llegaron las cantoras y las tañedoras de instrumentos. En cuanto al palacio, estaba lleno completamente por una muchedumbre de convidados. Y yo, cuando hubo terminado la ceremonia, entré en el aposento reservado, y me trajeron a la novia, procediendo su servidumbre a despojarla de todos los vestidos, retirándose después.
Cuando la vi toda desnuda y estuvimos solos en nuestro lecho, la cogí entre mis brazos; y tal era mi ventura, que me parecía mentira el poseerla. Pero en este momento notó el olor de mi mano, con la cual había comido la rozbaja, y apenas lo notó lanzó un agudo chillido.
Inmediatamente acudieron por todas partes las damas de palacio, mientras que yo, trémulo de emoción, no me daba cuenta de la causa de todo aquello. Y le dijeron: "'¡Oh hermana nuestra! ¿Qué te ocurre?" Y ella contestó: "¡Por Alá sobre vosotras! ¡Libradme de este estúpido, al cual creí hombre de buenas maneras!" Y yo le pregunté: "¿Y por qué me juzgas estúpido o loco?" Y ella dijo: "¡Insensato! ¡Ya no te quiero, por tu poco juicio y tu mala acción!" Y cogió un látigo que estaba cerca de ella, y me azotó con tan fuertes golpes, que perdí el conocimiento. Entonces ella se detuvo, y dijo a las doncellas: "Cogedlo y llevádselo al gobernador de la ciudad, para que le corten la mano con que comió los ajos." Pero ya había yo recobrado el conocimiento, y al oir aquellas palabras, exclamé: "¡No hay poder y fuerza más que Alá Todopoderoso! ¿Pero por haber comido ajos me han de cortar una mano? ¿Quién ha visto nunca semejante cosa?" Entonces las doncellas empezaron a interceder a mi favor, y le dijeron: "¡Oh hermana, no le castigues esta vez! ¡Concédenos la gracia de perdonarle!" Entonces ella dijo: "Os concedo lo que pedís; no le cortarán la mano, pero de todos modos algo he de cortarle de sus extremidades." Después se fue y me dejó solo.
En cuanto a mí, estuve diez días completamente solo y sin verla. Pero pasados los diez días, vino a buscarme y me dijo: "¡Oh tú, el de la cara ennegrecida! ¿Tan poca cosa soy para tí, que comiste ajo la noche de la boda? Después llamó a sus siervas y les dijo: "¡Atadle los brazos y las piernas!" Y entonces me ataron los brazos y las piernas, y ella cogió una cuchilla de afeitar bien afilada y me cortó los dos pulgares de las manos y los dedos gordos de ambos pies. Y por eso, ¡oh todos vosotros!, me veis sin pulgares en las manos y en los pies.
En cuanto a mí, caí desmayado. Entonces ella echó en mis heridas polvos de una raíz aromática, y así restañó la sange. Y yo dije, primero entre mí y luego en alta voz: "¡No volveré a comer rozbaja sin lavarme después las manos cuarenta veces con potasa, cuarenta con sosa y cuarenta con jabón!" Y al oírme, me hizo jurar que cumpliría esta promesa, y que no comería rozbaja sin cumplir con exactitud lo que acababa de decir.
Comments:
Iba a poner un comentario muy guarro, pero eso de lavarse 120 veces es bastante apropiado, hehe. Un gran saludo Gaby!
Jejejeje... eso le pasa x entrarle con singular alegría... se podría hacer un cuento similar con los q comen cebollitas asadas en los tacos!!!
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