miércoles, octubre 31, 2007
Les debía
un post ad hoc
un post ad hoc
Este es un post fantasma porque se quedó como intención de post durante largos, largos días y meses (desde abril!). También es fantasma porque no lo escribí yo, sino un amigo muy querido a quien por cierto saludo (Hola!) [Disculpad el momento tipo plebe-en-la-tele-saludos-a-mi-abuelita-que-me-está-viendo-y-es-su-cumpleaños].
Y ya sé que voy a parecer floja porque últimamente nomás transcribo e-mails ("al que mata un perro le dicen mataperros", dice mi mamá), pero me pareció adecuado al día.
Estaba sentado un lunes alrededor de las ocho de la noche en mi cuarto, recien comenzando a leer la novela que la Dra. *** (la investigadora con la que trabajo) me había prestado ese mismo día después de haber descubierto la semana pasada que compartíamos una afición por las historias melancólicas, reales y llenas de extrañas coincidencias y por ende de Paul Auster. En eso estaba cuando me encontré el siguiente parrafo que me hizo esbozar una leve sonrisa un poco torcida hacia el extremo derecho de la boca:
"Empezó a mostrarse cada vez más retraído. Pasó otro año, y tan completo era su aislamiento para entonces que el muchacho acabó pasando solo su trigésimo cumpelaños. Lo cierto era que se había olvidado de toda esa cuestión de los aniversarios, y como nadie lo llamó para felicitarlo ni expresarle sus buenos deseos, no se acordó hasta las dos de la madrugada siguiente. En aquel momento se encontraba en pleno Queens, y acababa de dejar a dos empresarios borrachos en un club de strip-tease llamado Garden of Earthly Delights, y para celebrar el comienzo de la cuarta decada de su existencia se dirigió al Metropolitan Diner de Northern Boulevard, se sentó en la barra y pidió un batido de chocolate con leche, dos hamburguesas y una ración de patatas fritas."
Paul Auster, Brooklyn follies, p. 33.
H.
"Empezó a mostrarse cada vez más retraído. Pasó otro año, y tan completo era su aislamiento para entonces que el muchacho acabó pasando solo su trigésimo cumpelaños. Lo cierto era que se había olvidado de toda esa cuestión de los aniversarios, y como nadie lo llamó para felicitarlo ni expresarle sus buenos deseos, no se acordó hasta las dos de la madrugada siguiente. En aquel momento se encontraba en pleno Queens, y acababa de dejar a dos empresarios borrachos en un club de strip-tease llamado Garden of Earthly Delights, y para celebrar el comienzo de la cuarta decada de su existencia se dirigió al Metropolitan Diner de Northern Boulevard, se sentó en la barra y pidió un batido de chocolate con leche, dos hamburguesas y una ración de patatas fritas."
Paul Auster, Brooklyn follies, p. 33.
H.
Hoy mi blog se disfraza de club de strip-tease. No sean malos y dejen buenas propinas.
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